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Edema óseo en rodilla Traumatólogo Granada Dr Eugenio Díaz

 

 

El edema óseo en la rodilla es una alteración que puede encontrarse con frecuencia en la práctica clínica de la traumatología y la ortopedia, especialmente a raíz de pruebas de imagen como la resonancia magnética (RM). A pesar de que a veces se identifica de forma incidental en personas sin síntomas claros, su presencia está estrechamente vinculada con el dolor, la inflamación y la progresión de condiciones como la artrosis u otras lesiones articulares.

En este artículo, el objetivo principal es brindar un estudio acerca de lo que los profesionales conocemos sobre el edema óseo en la rodilla. Analizaremos sus causas, síntomas, diagnóstico, opciones terapéuticas y estrategias de prevención, basándonos en guías clínicas referenciadas. Con ello se aspira a mejorar la comprensión de los pacientes sobre esta lesión y se disponga de una guía informativa para cualquier persona que necesite orientación sobre el edema óseo de rodilla: pacientes, familiares, profesionales sanitarios en formación y público en general.

Tabla de Contenido

Índice de contenidos

  1. Introducción
  2. Concepto y relevancia clínica del edema óseo
  3. Anatomía de la rodilla y subchondral bone: su relación con el edema
  4. Síntomas y manifestaciones clínicas
  5. Herramientas de diagnóstico y hallazgos radiológicos
  6. Opciones de tratamiento médico, quirúrgico y complementario
  7. Rehabilitación, prevención y manejo a largo plazo
  8. Factores de riesgo y poblaciones más afectadas
  9. Complicaciones y pronóstico
  10. Preguntas frecuentes de los pacientes
  11. Nuevas perspectivas de investigación
  12. Conclusión

 


2. Concepto y relevancia clínica del edema óseo

El término “edema óseo” describe una alteración del hueso subcondral (la región inmediatamente por debajo del cartílago articular) que se observa normalmente en las imágenes de resonancia magnética como una zona con incremento de la señal T2. Aunque la palabra “edema” sugiere una acumulación de líquido, la realidad histológica puede ser más compleja, incluyendo necrosis ósea microscópica, fibrosis, microfracturas, inflamación y cambios vasculares. Desde un punto de vista clínico, su presencia suele asociarse a dolor e inflamación en la articulación.

La rodilla es una articulación especialmente propensa a este tipo de lesiones porque soporta gran parte del peso corporal y está expuesta a fuerzas de compresión, cizallamiento y torsión. De ahí que el edema óseo se relacione con condiciones como la osteoartritis, la sobrecarga deportiva, el síndrome patelofemoral o incluso secuelas de traumatismos agudos y repetitivos.

Los estudios publicados han señalado que el edema óseo no es un hallazgo benigno, sino un factor que puede predecir la progresión de la artrosis, el empeoramiento de la sintomatología y la disminución de la calidad de vida. Por ello, su identificación precoz y su abordaje terapéutico resultan prioritarios en la prevención de daños mayores en la articulación.


3. Anatomía de la rodilla y el hueso subcondral: su relación con el edema

Para entender mejor cómo se genera el edema óseo, es útil repasar algunos aspectos anatómicos:

  • Estructuras óseas: La rodilla está formada por el fémur distal, la tibia proximal y la rótula. Las superficies articulares de estas estructuras óseas están cubiertas por cartílago hialino.
  • Hueso subcondral: Se ubica inmediatamente bajo el cartílago articular y actúa como sostén mecánico. Además, participa en la amortiguación de fuerzas y en la distribución de la carga.
  • Vascularización: La zona subcondral se irriga por vasos de pequeño calibre que atraviesan la metáfisis y la epífisis del hueso. Cualquier alteración en esta microcirculación puede desencadenar inflamación y acumulación de fluidos en el interior del hueso.
  • Membrana sinovial: Rodea la articulación y produce el líquido sinovial, esencial para la lubricación y el aporte nutritivo del cartílago.

Cuando se sobrecarga la rodilla (por ejemplo, en deportistas de alto rendimiento, personas con sobrepeso u obesidad, o trabajadores que ejercen cargas pesadas), se generan microtraumatismos que pueden llevar a fisuras en el cartílago y microfracturas en el hueso subcondral, favoreciendo la aparición de edema óseo.


4. Síntomas y manifestaciones clínicas

El edema óseo en la rodilla puede cursar con síntomas muy variables. En algunos casos, se detecta de forma incidental en una resonancia magnética y el paciente no sufre molestias específicas. Sin embargo, cuando el edema óseo es clínicamente significativo, pueden presentarse los siguientes signos:

  1. Dolor localizado:

    • Suele aumentar con la actividad física (correr, saltar, ponerse en cuclillas).
    • Puede mejorar con el reposo, aunque a menudo persiste una molestia latente.
  2. Inflamación y rigidez:

    • Sensación de hinchazón o presión interna en la articulación, especialmente tras periodos prolongados de actividad.
    • Rigidez matutina o tras estar sentado mucho tiempo; aunque, a diferencia de la artritis inflamatoria, esta rigidez suele mejorar con el movimiento paulatino.
  3. Limitación funcional:

    • Disminución del rango de movimiento: el paciente refiere dificultad para estirar la pierna completamente o flexionarla al máximo.
    • Dolor al subir y bajar escaleras o al caminar en pendientes.
  4. Sensibilidad al tacto o a la palpación:

    • A veces, la palpación profunda en la cara medial o lateral de la rodilla puede desencadenar dolor.
  5. Cambios posturales:

    • El individuo, de forma inconsciente, puede adoptar posturas de compensación, cargando el peso en la rodilla sana.
    • Esta compensación puede causar sobrecargas en otras zonas, como la cadera o la columna lumbar.

Diversos estudios señalan que la intensidad del dolor puede correlacionarse con el volumen o extensión de la lesión “edema-like” que aparece en RM. No obstante, dicha correlación no siempre es lineal; algunos pacientes presentan lesiones extensas con dolor moderado, mientras que otros con lesiones más pequeñas experimentan dolor severo. Las diferencias individuales en la biomecánica, la tolerancia al dolor y la presencia de otras patologías articulares (p. ej., meniscopatías, condromalacia rotuliana, tendinopatías) influyen igualmente en la clínica.

Factores agravantes de los síntomas

  • Obesidad: Aumenta la sobrecarga articular y el estrés mecánico en la rodilla.
  • Deportes de impacto: Correr a ritmos altos y saltar repetidamente puede exacerbar los síntomas si ya existe un edema óseo.
  • Edad avanzada: Con los años, disminuye la calidad del cartílago y del hueso subcondral, lo que favorece la aparición de edema y su complicación en cuadros de artrosis.
  • Alteraciones del alineamiento: Un genu varo (rodillas arqueadas) o genu valgo (rodillas en “X”) generan una distribución desigual de cargas, pudiendo concentrar la presión en zonas específicas de la rodilla.

Recomendaciones iniciales para el paciente sintomático

Aunque el abordaje definitivo requiere un diagnóstico médico y pruebas de imagen, el paciente con sospecha de edema óseo en la rodilla puede poner en práctica algunas medidas para aliviar los síntomas:

  • Reposo relativo: Evitar actividades que desencadenen dolor, pero mantener una movilidad moderada.
  • Aplicaciones de frío o calor, según la tolerancia.
  • Medicación analgésica básica (paracetamol, antiinflamatorios no esteroideos) bajo supervisión médica.
  • Uso de vendajes compresivos o rodilleras estabilizadoras que disminuyan la carga directa sobre la región afectada.

Es fundamental acudir al especialista (traumatólogo) si el dolor persiste o empeora, ya que una atención temprana puede prevenir el deterioro articular a largo plazo.


5. Herramientas de diagnóstico y hallazgos radiológicos

El diagnóstico del edema óseo se basa principalmente en la correlación entre la clínica y las técnicas de imagen, siendo la resonancia magnética (RM) la prueba de referencia.

5.1 Radiografía simple

La radiografía convencional de la rodilla no es suficiente para visualizar el edema óseo. Sin embargo, es útil para descartar fracturas, lesiones degenerativas importantes (p. ej., pinzamiento articular, osteófitos) y para evaluar la alineación o posibles calcificaciones. Aunque no “ve” el edema, la radiografía forma parte del estudio inicial de dolor de rodilla y puede alertar de otras patologías que coexistan.

5.2 Resonancia magnética (RM)

La RM es la técnica clave para detectar de forma sensible las alteraciones del hueso subcondral y del cartílago. En secuencias sensibles a líquido (T2, STIR, o secuencias con supresión grasa), el edema óseo se visualiza como un aumento de intensidad de señal en la región subcondral.

  • STIR (Short TI Inversion Recovery) y T2 con supresión grasa: Destacan por su alta sensibilidad para evidenciar el “edema-like”.
  • Distribución de la lesión: Puede localizarse en cóndilos femorales, platillos tibiales y a veces en la rótula.
  • Asociación con otras lesiones: La RM también identifica rupturas de menisco, microfisuras cartilaginosas, sinovitis y distensión de la cápsula articular.

Diferentes guías clínicas proponen clasificar la magnitud del edema según su extensión, profundidad y compromiso de la médula ósea. Cuanto mayor sea la afectación, más probabilidades de dolor e impacto funcional.

5.3 Ecografía

La ecografía no es la herramienta principal para el diagnóstico del edema óseo, dado que su capacidad de penetración se limita a tejidos blandos superficiales. No obstante, puede aportar información sobre derrames articulares, inflamación sinovial o bursitis adyacentes.

5.4 Tomografía computarizada (TC)

La TC convencional presenta poca sensibilidad para detectar edema óseo, aunque es útil para identificar microfracturas subcondrales o quistes óseos en fases avanzadas. La TC con mapeo de densidad puede sugerir alteraciones en la trabécula ósea, pero no es tan específica como la RM.

5.5 Otras pruebas complementarias

  • Análisis de laboratorio: En casos en que se sospeche un componente inflamatorio sistémico (artritis reumatoide, espondiloartritis) o infeccioso (osteomielitis), se solicitan análisis de sangre (velocidad de sedimentación globular, proteína C reactiva, etc.).
  • Biopsia ósea: Muy poco frecuente. Se reserva para situaciones complejas o cuando se sospechan tumores óseos (p. ej., condromas, osteosarcomas) u osteonecrosis avascular.

5.6 Avances en la detección temprana y cuantificación del edema

En los últimos años, se han introducido secuencias de RM cuantitativas (T2 mapping, T1rho, dGEMRIC) y métodos avanzados de procesamiento de imagen que buscan detectar cambios en la matriz cartilaginosa y en la composición del hueso subcondral antes de que aparezca el edema de forma evidente. Estas técnicas prometen un diagnóstico más precoz y una monitorización más precisa de la evolución de la lesión, así como una evaluación de la respuesta a tratamientos farmacológicos o quirúrgicos.

En conclusión, el diagnóstico se fundamenta en la resonancia magnética, en la correlación con la sintomatología y en un examen clínico minucioso. Una vez confirmado el diagnóstico, se debe establecer un plan terapéutico individualizado.


6. Opciones de tratamiento médico, quirúrgico y complementario (Extenso)

El abordaje terapéutico del edema óseo de rodilla varía en función de la sintomatología, la causa subyacente y los hallazgos en las pruebas de imagen. Si bien los lineamientos generales incluyen farmacología, fisioterapia y cambios en el estilo de vida, en los últimos años han cobrado relevancia ciertas técnicas específicas como la magnetoterapia. Asimismo, se han consolidado esquemas más precisos en cuanto a los tiempos de recuperación.

6.1 Tratamiento farmacológico y médico

  1. Analgesia y antiinflamatorios

    • Como se comentó en el texto original, el uso de analgésicos (paracetamol) y antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o inhibidores selectivos de la COX-2 sigue siendo una de las primeras líneas de acción para el control del dolor y la inflamación. Se aconseja su uso limitado en el tiempo para evitar complicaciones gastrointestinales o cardiovasculares.
    • En la práctica clínica, muchos pacientes muestran mejoría del dolor en las primeras 2-3 semanas de tratamiento combinado con reposo relativo. Sin embargo, cuando el edema óseo es severo o está asociado a daño articular significativo, la mejoría sintomática puede tardar de 6 a 8 semanas.
  2. Bisfosfonatos y otros moduladores de la remodelación ósea

    • En pacientes con edema óseo vinculado a microfracturas subcondrales o a osteoartritis, algunos ensayos clínicos han explorado el uso de bisfosfonatos para reducir la reabsorción ósea. Los resultados indican que pueden contribuir a disminuir la severidad del edema y a estabilizar la estructura ósea subcondral, aunque la evidencia continúa acumulándose.
    • El periodo de seguimiento en diversos estudios oscila entre 3 y 12 meses, y en muchos casos se observa una tendencia a la reducción del dolor a partir de los 2 o 3 meses.
  3. Terapias biológicas y regenerativas

    • El plasma rico en plaquetas (PRP) se ha convertido en una opción de creciente popularidad. Se inyecta en la rodilla con el fin de estimular los procesos de regeneración tisular.
    • Estudios iniciales en pacientes con edema óseo concomitante a condropatía han reflejado mejorías en la función articular entre la semana 4 y la semana 12 tras la infiltración, aunque la respuesta clínica puede variar dependiendo de la extensión de la lesión y la respuesta individual.
    • Otras opciones como los factores de crecimiento derivados de las plaquetas o de la médula ósea pretenden agilizar la cicatrización de los tejidos implicados. No obstante, todavía se necesitan más ensayos con mayor tamaño muestral y períodos de seguimiento extensos para afianzar su uso rutinario.
  4. Magnetoterapia

    • La magnetoterapia es un tratamiento no invasivo que emplea campos magnéticos pulsantes de baja frecuencia para favorecer la regeneración ósea y reducir la inflamación en la médula subcondral.
    • Aunque la evidencia científica en edema óseo de rodilla todavía es moderada, algunos reportes y protocolos de rehabilitación han encontrado resultados alentadores en la disminución del dolor y en la aceleración de la recuperación cuando se combina con fisioterapia y tratamientos farmacológicos.
    • El efecto principal se basaría en un mejor flujo sanguíneo y linfático en la zona tratada, lo que posibilita una reducción progresiva del edema y una mayor disponibilidad de nutrientes para la reparación de microfracturas.
    • Existen protocolos que recomiendan sesiones diarias o interdiarias de aproximadamente 20 a 30 minutos, durante un período de 4 a 8 semanas, con revisiones médicas para evaluar la evolución. Dependiendo de la respuesta clínica y de la tolerancia del paciente, la magnetoterapia puede alargarse hasta 12 semanas.
    • Varios estudios preliminares apuntan a que la magnetoterapia, como apoyo al tratamiento principal, podría acortar los tiempos de recuperación entre un 10% y un 30%, variando según la gravedad del caso y la adherencia al protocolo.

6.2 Fisioterapia y rehabilitación

La fisioterapia es un pilar esencial para optimizar la recuperación y prevenir recidivas. Es pertinente remarcar que muchas de las técnicas fisioterapéuticas, incluidas la electroterapia, la termoterapia, la magnetoterapia y los ejercicios de fortalecimiento, se consideran parte del tratamiento conservador del edema óseo de rodilla.

  1. Ejercicios de fuerza y movilidad

    • En fases iniciales, se privilegian ejercicios suaves como contracciones isométricas de cuádriceps e isquiotibiales para no sobrecargar la zona edematosa.
    • A medida que el paciente mejora, se introducen ejercicios concéntricos y excéntricos, prestando atención a la alineación de la rodilla y evitando movimientos bruscos que puedan agravar el edema.
  2. Ejercicios de bajo impacto

    • Bicicleta estática, natación, elíptica y caminar en superficies planas son muy recomendables para mantener la movilidad y la fuerza sin castigar la articulación.
    • Con un plan fisioterapéutico estricto, la mayoría de pacientes notan mejoría significativa a partir de la semana 4 o 6 de tratamiento continuo.

6.3 Intervenciones mínimamente invasivas

  1. Infiltraciones intraarticulares

    • Las inyecciones de corticoides pueden servir para controlar crisis inflamatorias puntuales, aunque su efecto puede ser limitado en el tiempo.
    • El ácido hialurónico es otra opción para mejorar la viscoelasticidad del líquido sinovial, protegiendo el cartílago de la rodilla mientras se reduce el dolor. Su efecto suele apreciarse a partir de la 4ª o 5ª semana, prolongándose durante unos meses.
    • El plasma rico en plaquetas (PRP) se ha convertido en una opción de creciente popularidad. Se inyecta en la rodilla con el fin de estimular los procesos de regeneración tisular.
    • Estudios iniciales en pacientes con edema óseo concomitante a condropatía han reflejado mejorías en la función articular entre la semana 4 y la semana 12 tras la infiltración, aunque la respuesta clínica puede variar dependiendo de la extensión de la lesión y la respuesta individual.

6.4 Cirugía ortopédica

  1. Osteotomías

    • Procedimiento para corregir el eje de carga en pacientes con genu varo o valgo. Disminuye la presión sobre la zona con edema y mejora la distribución de fuerzas.
    • La recuperación total, incluida la fase de rehabilitación, puede durar entre 4 y 9 meses, dependiendo de la complejidad de la corrección.
  2. Prótesis de rodilla

    • Reservada para casos en los que exista daño articular muy avanzado y el edema sea parte de un deterioro global de la articulación.
    • El postoperatorio inmediato suele requerir fisioterapia intensa. La recuperación funcional se extiende a lo largo de 6 meses a 1 año, según la edad, el estado general del paciente y la fisioterapia recibida.
  3. Cirugías de reconstrucción ligamentosa

    • En deportistas o pacientes jóvenes con inestabilidad articular asociada (ligamento cruzado anterior roto, por ejemplo), la reconstrucción ligamentosa puede ser imprescindible para evitar lesiones repetitivas que perpetúen el edema óseo.
    • Tras la cirugía, la desaparición del edema y la recuperación funcional pueden tardar entre 4 y 6 meses, con variaciones individuales.

6.5 Tiempos de recuperación y evolución clínica

La recuperación del edema óseo de la rodilla no obedece a un periodo fijo, puesto que depende de la extensión de la lesión, la causa subyacente, la presencia de otras patologías (artrosis, lesiones ligamentarias, etc.) y la eficacia del tratamiento. De forma orientativa:

  • Edemas leves o detectados de manera temprana: el dolor y la inflamación suelen ceder en unas 4-8 semanas con tratamiento conservador.
  • Edemas moderados: puede requerir una combinación de fármacos, fisioterapia y posibles infiltraciones, prolongándose la mejoría hasta las 12 o 16 semanas.
  • Edemas severos o asociados a importantes daños articulares: pueden tardar 6-12 meses en mostrar una recuperación completa o la mejoría máxima posible, incluso tras intervenciones quirúrgicas.

En todos los casos, la constancia en la rehabilitación, el control de la carga articular y la monitorización radiológica o clínica son elementos fundamentales para asegurar un buen pronóstico a largo plazo.


7. Rehabilitación, prevención y manejo a largo plazo

La rehabilitación y la prevención constituyen la base para lograr que el paciente con edema óseo en la rodilla recupere plenamente su función articular y prevenga nuevas lesiones.

7.1 Objetivos y principios de la rehabilitación

  1. Recuperación funcional progresiva

    • En el caso de un edema óseo, la inflamación y el dolor pueden dificultar las actividades cotidianas. Se diseña un programa escalonado que vaya desde ejercicios de movilidad articular suave (en rangos sin dolor) hasta la reincorporación gradual a actividades de mayor impacto.
    • Se propone un seguimiento fisioterapéutico que evalúe semanal o quincenalmente la evolución de la inflamación, el dolor y la fuerza muscular.
  2. Mantenimiento del rango articular

    • La rigidez puede aparecer cuando se reduce drásticamente la actividad física. Por ello, se emplean técnicas de estiramiento y movilización pasiva/activa asistida para impedir que la articulación pierda flexión y extensión.
    • En estudios de seguimiento, aquellos pacientes que continúan con un programa de ejercicios de movilidad tienen menor incidencia de recaída del edema.
  3. Fortalecimiento muscular enfocado

    • El cuádriceps y los isquiotibiales, junto con la musculatura glútea, deben reforzarse de forma equilibrada para mantener un adecuado soporte de la rodilla.
    • Se enfatiza el trabajo progresivo: se comienzan con isométricos y, conforme el paciente mejora, se incorporan ejercicios en cadena cinética cerrada (mini-sentadillas, step-ups) o abierta, según la tolerancia.
  4. Optimización biomecánica y reentrenamiento de la marcha

    • Si el paciente presenta mala alineación o inestabilidad, es esencial reeducar la marcha y la carrera para distribuir las cargas de forma adecuada sobre la rodilla.
    • Un análisis de la pisada y la posible prescripción de plantillas ortopédicas ayuda a evitar sobrecargas, sobre todo en la zona medial o lateral del compartimento femorotibial.
  5. Reintroducción al deporte o actividad laboral

    • Los fisioterapeutas y traumatólogos establecen criterios para la vuelta progresiva al deporte (o a la actividad laboral intensa). Se recomienda aumentar de manera paulatina los niveles de impacto y la duración de la actividad.
    • En edemas óseos leves a moderados, muchos pacientes pueden retomar su actividad deportiva recreativa a partir de la semana 8-12, siempre que se haya constatado una reducción significativa del edema en la RM y que el dolor esté bajo control.

7.2 Modalidades terapéuticas complementarias en la rehabilitación

  1. Magnetoterapia como parte del programa de recuperación

    • El uso de magnetoterapia puede continuar integrándose al plan de rehabilitación en combinación con la fisioterapia convencional, ya que se estima que ayuda a reducir la inflamación y la sensación de dolor.
    • Algunos fisioterapeutas recomiendan aplicar la magnetoterapia antes o después de la sesión de ejercicio para promover la microcirculación y disminuir la rigidez articular.
  2. Electroterapia (TENS, corrientes interferenciales)

    • Reduce el dolor y la espasticidad muscular. Suele aplicarse como coadyuvante al ejercicio terapéutico y al trabajo manual.
  3. Termoterapia y crioterapia

    • El calor se utiliza para mejorar la extensibilidad de los tejidos blandos y la circulación local antes de iniciar ejercicios de amplitud articular.
    • El frío se aplica posteriormente para mitigar la inflamación y el dolor residual, sobre todo tras sesiones de alta carga.
  4. Terapias manuales y masoterapia

    • El masaje y la movilización articular suaves pueden aliviar tensiones musculares asociadas y mejorar la vascularización regional.

7.3 Prevención de recaídas y cuidados a largo plazo

Debido a que el edema óseo puede reaparecer si persiste el factor desencadenante (sobrepeso, mala biomecánica, etc.), es crucial implementar medidas preventivas:

  1. Educación y conciencia del paciente

    • El paciente debe entender qué actividades o gestos pueden desencadenar dolor o reaparición del edema (correr con técnica inadecuada, levantamiento de cargas sin protección, etc.).
    • Se promueve la autogestión: pausas durante la jornada laboral, uso de soportes adecuados y realización de ejercicios en casa.
  2. Control de la carga articular

    • Para deportistas, se aconseja planificar ciclos de entrenamiento con períodos de descarga o alternancia de actividades de menor impacto.
    • Para personas con trabajos exigentes, se recomiendan descansos regulares, uso de cinchas o rodilleras y la optimización del puesto laboral (altura de mesas, etc.).
  3. Mantenimiento de un peso saludable

    • Perder entre un 5% y un 10% del peso corporal puede disminuir significativamente el estrés sobre la rodilla, reduciendo la probabilidad de recurrencia del edema y de otras lesiones asociadas.
  4. Revisiones médicas periódicas

    • Dependiendo de la evolución, el traumatólogo puede solicitar resonancias magnéticas de control (normalmente cada 3-6 meses en casos moderados o graves).
    • Asimismo, se valora la necesidad de ajustes en la medicación y de continuar con terapias físicas o infiltraciones.

7.4 Importancia de la adherencia y constancia

Varios estudios destacan que la falta de adherencia al programa de ejercicios y rehabilitación es una de las principales razones por las cuales algunos pacientes no muestran la mejoría esperada o sufren recaídas. Por ello:

  • Se recomienda establecer objetivos realistas y reforzar el seguimiento con citas de control.
  • El fisioterapeuta puede supervisar la progresión de cargas para evitar recaídas.
  • Es esencial integrar las nuevas rutinas (fortalecimiento, estiramientos, uso adecuado de calzado, control de peso) como parte de la vida diaria, evitando verlas como acciones puntuales.

8. Factores de riesgo y poblaciones más afectadas

Aunque el edema óseo puede aparecer en cualquier individuo que someta la rodilla a sobrecargas o traumatismos, existe un amplio consenso científico en torno a ciertos factores que incrementan el riesgo de desarrollar esta afección.

8.1 Factores mecánicos y deportivos

  1. Sobrecarga en deportistas

    • Atletas de alto rendimiento (corredores de larga distancia, basquetbolistas, futbolistas, etc.) están sometidos a impactos repetitivos que pueden lesionar la zona subcondral de la rodilla, provocando microfracturas y acumulación de líquido.
    • La falta de descanso apropiado y la inadecuada planificación de cargas de entrenamiento constituyen disparadores frecuentes.
    • En jóvenes deportistas, combinar entrenamientos de alta intensidad con períodos de regeneración insuficientes eleva la incidencia de edema óseo, como se ha visto en investigaciones con resonancias seriadas al término de temporadas competitivas.
  2. Técnica deportiva deficiente

    • Gestos repetidos o mal ejecutados (por ejemplo, aterrizajes incorrectos tras un salto) incrementan el estrés en áreas específicas de la rodilla. A la larga, esto puede desembocar en edema óseo localizado, más frecuente en el cóndilo medial o lateral, según la mecánica del movimiento.
  3. Traumatismos agudos o repetitivos

    • Un golpe directo en la rodilla o torceduras repetidas (como sucede en deportes de pivoteo) pueden desencadenar inflamación de la médula ósea, especialmente si también se produce una microfractura.
    • Reincorporarse demasiado pronto tras un traumatismo o esguince favorece que la lesión inicial no termine de cicatrizar, alimentando la progresión de una lesión ósea.

8.2 Factores anatómicos y fisiológicos

  1. Desalineaciones del eje de la pierna (genu varo o valgo)

    • La biomecánica alterada conduce a que ciertas zonas de la rodilla reciban mayor carga de la habitual. Por ejemplo, con el genu varo se sobrecarga especialmente el compartimento medial, facilitando la aparición de edema y lesiones cartilaginosas en esa zona.
    • Pacientes con mal alineamiento de larga evolución pueden presentar edemas óseos recurrentes, que a menudo progresan a cambios degenerativos tempranos.
  2. Insuficiente vascularización subcondral

    • Ciertas personas poseen características vasculares que predisponen a una peor capacidad de regeneración del hueso subcondral.
    • Además, enfermedades como la diabetes o la arteriosclerosis pueden comprometer la microcirculación, agravando la aparición y persistencia del edema.
  3. Hiperlaxitud ligamentosa

    • Cuando los ligamentos son excesivamente laxos, la rodilla tiene mayor rango de movilidad anormal, aumentando la probabilidad de microtraumatismos internos y cargas indebidas en el hueso subcondral.

8.3 Factores metabólicos y corporales

  1. Sobrepeso y obesidad

    • El peso extra ejerce una fuerza significativa sobre la rodilla, sobre todo en tareas cotidianas como caminar, subir escaleras o agacharse. Esto potencia el microtraumatismo subcondral y la aparición de edema óseo.
    • Diferentes estudios correlacionan directamente el IMC elevado con el riesgo de edema e incluso aceleración de la artrosis. El descenso de peso puede prevenir o atenuar la recurrencia de este tipo de lesiones.
  2. Sedentarismo

    • Pese a que la sobrecarga repetitiva es un factor de riesgo, la ausencia casi total de actividad física conlleva debilidad muscular y disminución del estímulo metabólico positivo sobre el hueso. Esta fragilidad funcional puede convertir un esfuerzo moderado (caminar largas distancias de repente) en un detonante de estrés subcondral.
  3. Edad y cambios degenerativos

    • El envejecimiento se asocia con la disminución de la densidad mineral ósea y la pérdida progresiva de la calidad del cartílago. Esto facilita el desarrollo de edema óseo ante cualquier alteración mecánica o actividad inusual.
    • El envejecimiento también puede conllevar comorbilidades (hipertensión, diabetes, etc.) que empeoran la microcirculación ósea.

8.4 Factores hormonales y género

  1. Cambios hormonales en la mujer

    • Algunas investigaciones sugieren que las variaciones estrogénicas pueden influir en la salud ósea y articular, si bien la evidencia no es concluyente.
    • La menopausia, con la disminución de estrógenos, puede acelerar la pérdida de densidad ósea, facilitando la aparición de microfisuras subcondrales.
  2. Uso de corticoides crónicos

    • El uso prolongado de corticoides sistémicos puede ocasionar disminución de la masa ósea y propiciar la necrosis avascular, que en estadios iniciales cursa con edema óseo. Esto se observa con cierta frecuencia en personas que reciben terapias inmunosupresoras a largo plazo.

8.5 Poblaciones con especial vulnerabilidad

  1. Deportistas de competición: Debido a sus altos volúmenes de entrenamiento, no siempre controlados, y a la presión de volver rápido tras lesiones.
  2. Trabajadores de fuerza: Personas que realizan labores de carga frecuente (construcción, almacenes) o posturas prolongadas de rodillas.
  3. Adultos mayores: Por la mayor prevalencia de artrosis, deterioro vascular y menor densidad ósea.
  4. Personas con enfermedades crónicas: Diabetes, artritis reumatoide u otras patologías que alteren la mecánica articular o la microcirculación.

9. Complicaciones y pronóstico

En la mayoría de los casos, el edema óseo se resuelve parcial o completamente con un tratamiento adecuado y tiempo suficiente de recuperación. Sin embargo, cuando no se aborda de manera apropiada, pueden aparecer complicaciones:

  • Progresión del daño cartilaginoso: Favorece la instauración o el empeoramiento de la artrosis.
  • Formación de quistes subcondrales: Áreas de degeneración que pueden causar dolor crónico.
  • Osteonecrosis: En situaciones extremas, la falta de irrigación adecuada puede derivar en muerte del tejido óseo.
  • Necesidad de cirugía mayor: Una lesión que evoluciona sin tratamiento puede requerir osteotomías o incluso prótesis de rodilla en el futuro.

El pronóstico varía según la causa: en lesiones traumáticas agudas, un manejo correcto puede conducir a la resolución completa. En artrosis severa, el edema óseo puede ser recurrente y requerir un abordaje multidisciplinar más complejo.


10. Preguntas frecuentes de los pacientes

1. ¿El edema óseo es sinónimo de fractura?
No. El edema óseo es un signo de alteración en la médula ósea, pero no implica obligatoriamente la presencia de fractura. Puede asociarse a microfracturas, pero también a cambios inflamatorios, vasculares o degenerativos.

2. ¿Se puede curar el edema óseo sin cirugía?
En muchos casos, sí. El tratamiento conservador (medicación, reposo relativo, fisioterapia) puede lograr una importante mejoría. Sin embargo, cada caso es diferente y el médico determinará el tratamiento más adecuado.

3. ¿La resonancia magnética siempre es necesaria?
Para confirmar el diagnóstico y medir la extensión del edema, la RM es la prueba más precisa. No obstante, la decisión dependerá de la valoración clínica.

4. ¿Qué ejercicios son recomendables si tengo edema óseo?
Ejercicios de bajo impacto, como bicicleta estática, elíptica o natación, suelen ser la mejor opción. El fisioterapeuta puede diseñar un programa personalizado.

5. ¿Volveré a mis actividades deportivas habituales?
Depende de la magnitud de la lesión y del cumplimiento estricto de la rehabilitación. La mayoría de pacientes con edema óseo moderado se recuperan y pueden volver a practicar deporte, ajustando la intensidad.


11. Nuevas perspectivas de investigación

Los avances futuros apuntan a mejorar la comprensión de los mecanismos biológicos y moleculares que ocasionan y sostienen el edema óseo. Entre las líneas más prometedoras, podemos citar:

  • Identificación de biomarcadores: Marcadores sanguíneos o moleculares que permitan predecir la aparición del edema y monitorizar su evolución.
  • Terapias génicas: Manipulación del ADN para favorecer la recuperación del tejido óseo.
  • Materiales inyectables de última generación: Cementos óseos bioactivos, biomateriales con factores de crecimiento y polímeros que puedan regenerar el hueso subcondral.
  • Medicina regenerativa: Trasplantes de células madre mesenquimales, cultivo de condrocitos y generación de “neotejidos” que contribuyan a la reparación de las lesiones de cartílago y hueso subcondral de forma integrada.

Estas estrategias ofrecen una visión esperanzadora, especialmente para casos complejos de osteoartritis en los que el edema óseo es un factor determinante en el dolor y la discapacidad.


12. Conclusión

El edema óseo en la rodilla es un hallazgo cada vez más reconocido en la práctica clínica, gracias al uso generalizado de la resonancia magnética. Lejos de ser una alteración insignificante, puede ser un factor determinante en la génesis del dolor y en la progresión de patologías como la artrosis. Por ello, su detección temprana y abordaje personalizado resultan esenciales para mejorar la calidad de vida del paciente y frenar posibles complicaciones.

En la actualidad, existen múltiples opciones terapéuticas que abarcan desde los tratamientos médicos y fisioterapéuticos, hasta técnicas mínimamente invasivas y soluciones quirúrgicas. El éxito del manejo depende no solo de la adecuación de la estrategia terapéutica, sino también de la implicación del paciente en la rehabilitación y en la adopción de medidas preventivas.

Si padece dolor de rodilla o sospecha la presencia de un edema óseo, es fundamental que acuda a un especialista en traumatología y ortopedia. En este sentido, el Dr. Eugenio Díaz cuenta con la experiencia y los conocimientos necesarios para valorar su caso y proponer la mejor solución. Su equipo le guiará en cada etapa, garantizando un enfoque integral y basado en la evidencia científica más reciente.


 

 

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