La tendinitis calcificante del supraespinoso se caracteriza por la presencia de depósitos de calcio en el tendón del supraespinoso (parte fundamental del manguito rotador del hombro), puede provocar síntomas que abarcan desde un dolor moderado y ocasional hasta un sufrimiento crónico intenso, acompañado de limitaciones funcionales serias.
Muchos pacientes acuden a la consulta del Traumatólogo con un profundo malestar, manifestado especialmente en actividades cotidianas como peinarse, alcanzar un objeto en un estante alto o incluso intentar dormir de lado sin que el dolor les despierte reiteradamente por la noche. En ocasiones el dolor es incapacitante y lleva a buscar soluciones, tratamientos conservadores o, en última instancia, intervenciones quirúrgicas que sean capaces de resolver —o al menos atenuar— la sintomatología y recuperar la calidad de vida.
En la actualidad, la artroscopia se presenta como una estrategia eficaz para tratar de manera poco invasiva esta patología, logrando altos índices de satisfacción entre quienes se someten a ella.
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La tendinitis calcificante hace alusión a la presencia de depósitos de calcio, generalmente cristales de hidroxiapatita, en el interior de un tendón. En el hombro, el tendón más afectado acostumbra a ser el del supraespinoso, que forma parte esencial del manguito rotador. Este complejo anatómico es vital para la estabilidad y función del hombro, permitiendo movimientos tan cotidianos como elevar el brazo o rotar externamente la extremidad superior.
Cuando se desencadena esta acumulación anómala de calcio, el tendón puede inflamarse, conducir a un proceso de irritación muy doloroso y, en ocasiones, a una limitación funcional significativa. Muchas veces, la palabra “tendinitis” se utiliza para referirnos de forma general a la inflamación del tendón, pero en la tendinitis calcificante subyace un componente adicional: el depósito mineral que exacerba la molestia o el cuadro clínico.
El interés por la tendinitis calcificante del supraespinoso no sólo es propio de la comunidad médica, sino que se extiende a las disciplinas de la fisioterapia, la rehabilitación y la medicina deportiva. Se estima que hasta un 10% de la población puede llegar a padecer algún grado de depósitos calcificados en el hombro, aunque no todas las personas desarrollan síntomas importantes.
Entre los 40 y 60 años, la prevalencia de esta patología aumenta notablemente, probablemente por el desgaste progresivo de los tendones, la acumulación de microtraumatismos y otros factores hormonales o metabólicos. Sin embargo, es crucial comprender que la tendinitis calcificante no es únicamente un asunto de edad; también se presenta en gente joven sometida a altas exigencias deportivas o laborales.
La relevancia clínica deriva de la afectación de la calidad de vida. En la consulta diaria, suelen acudir pacientes cuyo principal temor es no poder realizar sus actividades más básicas, ni siquiera conducir o dormir. Como traumatólogo en Granada, considero esencial subrayar la importancia de identificar tempranamente esta condición y valorar el tratamiento oportuno, ya que una asistencia médica especializada puede marcar la diferencia entre la mejoría total y el mantenimiento del dolor crónico.
Establecer una única causa para la aparición de la tendinitis calcificante del supraespinoso es complejo. La combinación de múltiples factores acostumbra a detonar o, al menos, a facilitar la formación de los depósitos de calcio. Entre los más significativos destacan:
El proceso mediante el cual se forman estas calcificaciones no está totalmente consensuado, pero la mayoría de los autores describe un ciclo que se compone de las siguientes fases:
Durante la fase de resorción, el dolor puede volverse especialmente agudo, debido a la respuesta inflamatoria que desencadena la disolución del depósito. Esto explica por qué muchas personas acuden al médico con un dolor súbito y severo, pese a que la formación de la calcificación pudiera haber sucedido silenciosamente tiempo atrás.
La manifestación de la tendinitis calcificante del supraespinoso puede variar notablemente de una persona a otra. Hay quienes descubren la patología de manera incidental, al someterse a una radiografía por alguna otra razón, y no refieren ninguna molestia; mientras, otros sufren episodios de dolor punzante que interfieren severamente con sus actividades cotidianas.
Los síntomas más frecuentes incluyen:
A menudo, el dolor sube y baja en intensidad a lo largo del día, o experimenta picos agudos seguidos de periodos de remisión. Es importante no ignorar estos signos, pues un tratamiento temprano puede eludir complicaciones posteriores.
Un examen físico exhaustivo realizado por el traumatólogo especializado es imprescindible. Se llevan a cabo maniobras como:
Durante la exploración, también se evalúa la localización exacta del dolor, la sensación al tacto de la porción anterior y lateral del hombro, así como la movilidad activa y pasiva de la articulación.
La radiografía simple (normalmente en proyecciones anteroposterior, axilar y escápula en Y) es el método inicial para detectar visualmente la presencia de calcificaciones. Además, la ecografía ofrece un examen rápido y valioso para determinar la consistencia y el tamaño del depósito, así como el estado de otras estructuras. En casos más complejos o cuando se sospecha una patología añadida (por ejemplo, rotura del manguito rotador), la resonancia magnética (RM) resulta esencial.
En caso de tendinitis calcificante, con frecuencia se produce dolor localizado y exacerbado en la zona del supraespinoso durante la abducción entre 60° y 120° —lo que a veces se denomina el “arco doloroso”—. Asimismo, la palpación directa del troquíter (porción del húmero donde se inserta el supraespinoso) puede ser altamente dolorosa.
Antes de plantear la vía quirúrgica, las recomendaciones habituales incluyen un protocolo conservador que, en muchos casos, consigue aliviar la sintomatología y mejorar la movilidad.
La fisioterapia juega un papel fundamental, ayudando a relajar la musculatura circundante, mejorar la amplitud de movimiento y fortalecer el manguito rotador. Entre las técnicas habituales se encuentran:
La medicación antiinflamatoria (AINES) o analgésica también puede ser útil, especialmente en fases de dolor agudo, siempre bajo prescripción y supervisión médica.
En casos de dolor persistente, se suelen emplear infiltraciones de corticosteroides en la bolsa subacromial o alrededor del tendón del supraespinoso para reducir la inflamación local. Otra alternativa es la terapia de ondas de choque extracorpóreas (ESWT), que busca fragmentar el depósito calcificado y estimular la respuesta orgánica de curación. Sin embargo, no todos los pacientes responden igual a este tipo de terapias y algunos depósitos calcificados no se rompen con facilidad.
Dentro de las medidas conservadoras, en algunos centros especializados se realiza la punción-aspiración ecoguiada -Barbotaje, que consiste en introducir una aguja en la zona calcificada para irrigar y aspirar parte del depósito, intentando descomprimir el tendón. Los resultados son variables, pero puede suponer una solución intermedia antes de contemplar la cirugía.
Cuando los tratamientos conservadores fracasan, el dolor es severo o la limitación funcional impide llevar una vida normal, se considera la artroscopia.
Para la artroscopia de hombro, el paciente generalmente se encuentra bajo anestesia regional (bloqueo interescalénico) o general. A través de pequeñas incisiones, se introduce un artroscopio que proyecta la imagen de la articulación en un monitor. Con instrumentos específicos, el cirujano localiza y extrae el depósito calcificado. Algunas veces, se practica un pequeño legrado en la zona tendinosa donde se aloja la calcificación, y si existen desgarros parciales, se reparan o refuerzan.
Como en toda cirugía, existen riesgos, aunque son escasos si el procedimiento es llevado a cabo por un especialista experimentado. Entre las complicaciones potenciales se incluyen:
Aun así, la literatura científica presenta porcentajes muy bajos de complicaciones, reforzando la seguridad de esta técnica frente a la cirugía abierta convencional.
La evidencia científica respalda la eficacia de la artroscopia para el abordaje de la tendinitis calcificante del supraespinoso.
Tras someterse a una artroscopia, el proceso de rehabilitación es fundamental para asegurar una recuperación óptima y evitar la recidiva del problema.
A lo largo de todo el proceso, el control del dolor resulta esencial para favorecer la colaboración del paciente. Se pueden usar analgésicos, antiinflamatorios y, en ocasiones, terapia de hielo o frío local para minimizar la inflamación tras las sesiones de fisioterapia.
Aunque no siempre se puede impedir la formación de depósitos calcificados, existen medidas preventivas que podrían reducir el riesgo:
La tendinitis calcificante del supraespinoso representa un desafío tanto para los pacientes que la padecen como para los profesionales de la salud que la abordan. Su impacto en la calidad de vida puede ser considerable, especialmente cuando el dolor nocturno, la pérdida de fuerza y la incapacidad funcional dificultan las actividades más elementales. Un diagnóstico precoz, acompañado de un adecuado abordaje terapéutico, puede cambiar radicalmente la perspectiva de la persona afectada.
En muchos casos, la artroscopia aparece como la solución definitiva. Sus ventajas en términos de menor invasión quirúrgica, mejor visualización de la lesión y posibilidad de reparar daños asociados confirman la validez de este procedimiento, respaldada por una evidencia sólida y un seguimiento a medio y largo plazo.
Con la ayuda de un equipo multidisciplinar (traumatólogo, fisioterapeuta, rehabilitador y otros profesionales sanitarios), podemos acompañarte hasta la recuperación completa. Tu salud y tu bienestar merecen la mejor atención posible.