La tendinitis de isquiotibiales es una patología musculoesquelética frecuente tanto en deportistas de alto rendimiento como en la población general. Los isquiotibiales son un grupo muscular compuesto por el bíceps femoral, el semitendinoso y el semimembranoso, situados en la parte posterior del muslo. Su función principal es la extensión de la cadera y la flexión de la rodilla, además de contribuir a la estabilidad pélvica. Cuando estas estructuras se someten a tensiones repetitivas o sobrecargas excesivas, puede desarrollarse un proceso inflamatorio o degenerativo conocido como tendinitis (o tendinopatía) de isquiotibiales.
¿Por qué es tan importante esta condición? Además de causar dolor localizado, la tendinitis de isquiotibiales puede limitar la movilidad, interferir en la práctica deportiva y alterar la calidad de vida de quien la padece. El paciente que experimenta molestias en la zona posterior del muslo o cerca de la tuberosidad isquiática (parte ósea de la pelvis sobre la que nos sentamos) necesita una valoración cuidadosa para recibir un tratamiento apropiado y evitar complicaciones crónicas.
En este artículo profundizaremos en las causas, síntomas, diagnóstico, tratamiento y prevención de la tendinitis de isquiotibiales. También abordaremos las dudas más frecuentes que suelen expresar los pacientes respecto a esta patología.
Si deseas conocer de manera completa y didáctica todo lo relacionado con la tendinitis de isquiotibiales, incluyendo las nuevas tendencias en rehabilitación, ejercicios de fortalecimiento, técnicas quirúrgicas y consejos prácticos de prevención, te invitamos a continuar leyendo.
Tabla de Contenido
Los isquiotibiales se componen de tres músculos principales: el bíceps femoral, el semitendinoso y el semimembranoso. Todos ellos tienen origen en la tuberosidad isquiática (en la parte inferior de la pelvis) y se insertan en distintos puntos de la tibia o el peroné. La porción tendinosa que se encuentra más próxima a la pelvis puede verse afectada en caso de sobrecargas o microtraumatismos repetitivos, dando lugar a la tendinitis de isquiotibiales.
Durante la marcha, los isquiotibiales se encargan de frenar la extensión de la rodilla en la fase de balanceo y de contribuir a la propulsión en la fase de despegue. En deportes de alta intensidad, como el fútbol, el atletismo o el baloncesto, soportan grandes cargas, lo que aumenta su riesgo de lesión. Las revisiones sistemáticas recientes confirman que los isquiotibiales son uno de los grupos musculares más frecuentemente lesionados en atletas de élite.
La causa más frecuente de tendinitis de isquiotibiales es la sobrecarga crónica. Entrenar con alta intensidad, realizar sprints repetitivos o ejecutar movimientos explosivos sin la preparación adecuada genera microrroturas en las fibras tendinosas que, con el tiempo, pueden convertirse en un proceso inflamatorio-degenerativo. Los deportistas que no respetan períodos de descanso o que incrementan súbitamente la carga de entrenamiento tienen más riesgo de desarrollar tendinopatías.
Una inadecuada alineación de la pelvis y la columna lumbar, sumada a un desequilibrio entre la fuerza de los isquiotibiales y la de los cuádriceps, incrementa la tracción sobre los tendones. Estudios biomecánicos apuntan que la relación de fuerza entre cuádriceps e isquiotibiales debe mantenerse dentro de un rango equilibrado para prevenir lesiones de sobreuso.
La ausencia de calentamiento, las posturas inadecuadas y ciertos factores intrínsecos (edad, patologías asociadas, hiperlaxitud, etc.) también predisponen a la tendinitis de isquiotibiales. El “envejecimiento tendinoso” afecta la capacidad de recuperación, por lo que las personas mayores requieren un programa de ejercicio más progresivo y supervisado.
El síntoma cardinal de la tendinitis de isquiotibiales es el dolor localizado en la región de inserción en la tuberosidad isquiática o en la parte posterior del muslo. Con frecuencia, este dolor se irradia hacia la zona poplítea (detrás de la rodilla) o incluso hacia la zona glútea. El dolor suele empeorar al estar sentado mucho tiempo, al iniciar la carrera o después de un entrenamiento intenso.
La rigidez matinal es un hallazgo común. Al levantarse, el paciente percibe la zona acartonada y con molestias que mejoran gradualmente con el movimiento. Asimismo, existe una disminución de la fuerza al flexionar la rodilla o al extender la cadera, especialmente en aquellos deportes de explosión.
En corredores de larga distancia o en velocistas, es frecuente notar un dolor punzante que aparece tras varios kilómetros o al esprintar. En deportes de salto (baloncesto, voleibol) se puede notar la molestia en el momento de la impulsión, debido a la elevada solicitación de los isquiotibiales.
El diagnóstico de la tendinitis de isquiotibiales se basa primero en una historia clínica minuciosa, donde el paciente describe el tipo de dolor, su localización y las actividades que lo empeoran. Luego se procede a la exploración física, palpando la tuberosidad isquiática y realizando maniobras como el test de elongación pasiva (Straight Leg Raise Test) y el test de contracción isométrica (Bent Knee Stretch Test), que pueden reproducir el dolor.
La resonancia magnética se considera la técnica de elección para evaluar lesiones tendinosas, ya que permite visualizar inflamación, edema y alteraciones estructurales. La ecografía, por su parte, es útil para valorar el grosor del tendón, la presencia de calcificaciones o desgarros parciales, además de permitir guiar infiltraciones terapéuticas.
En la literatura reciente se sugieren diversas maniobras y test clínicos para diferenciar la tendinopatía proximal de isquiotibiales de otras patologías como la ciatalgia o la bursitis isquiática. El test de compresión isquiática (Ischial Tuberosity Compression Test) puede ser bastante específico para el diagnóstico.
Diferenciar ambas presentaciones es clave para elegir el tratamiento óptimo, puesto que las crónicas suelen requerir un plan de rehabilitación más prolongado e intensivo.
La fisioterapia es la piedra angular del tratamiento conservador. Numerosos estudios señalan que los ejercicios excéntricos (ejercicios donde el músculo se alarga al mismo tiempo que está en tensión) son especialmente efectivos en la recuperación de tendinopatías. El objetivo es mejorar la capacidad de absorción de cargas del tendón y favorecer su remodelación.
Entre los ejercicios recomendados se encuentran:
En la fase de dolor más agudo, se pueden emplear modalidades como ultrasonidos, láser de baja potencia o TENS para reducir el dolor y la inflamación. La terapia manual (masaje, estiramientos pasivos asistidos, movilizaciones articulares) puede complementar la fisioterapia activa y mejorar la función. Debemos destacar la importancia de individualizar estos abordajes en función de la tolerancia del paciente.
Reducir temporalmente la carga de entrenamiento, evitar movimientos explosivos y optar por ejercicios de bajo impacto (natación, bicicleta estática) permite aliviar la tensión sobre el tendón. Una vez que el dolor disminuye, se reintroduce paulatinamente la actividad deportiva con la supervisión de un profesional.
Cuando el tratamiento conservador no es suficiente, se pueden considerar las infiltraciones locales. Se utilizan diferentes sustancias:
En casos de roturas parciales de alto grado o de tendinitis crónica resistente a todo tratamiento conservador, la cirugía puede ser necesaria. Se realiza una tenorrafia (sutura del tendón) o un reanclaje a la tuberosidad isquiática con anclajes especiales. Estudios recientes (Rodriguez et al., 2022) señalan que los pacientes sometidos a reanclaje quirúrgico de alta calidad y una rehabilitación estricta muestran tasas de retorno al deporte cercanas al 80-90%.
Algunos avances incluyen técnicas mínimamente invasivas con uso de artroscopia o endoscopia para la reparación de la inserción. Además, se investiga el uso de injertos biológicos o matrices que ayuden a la regeneración tisular. Sin embargo, su disponibilidad y la evidencia a largo plazo siguen siendo limitadas.
La recuperación de la tendinitis de isquiotibiales suele ser progresiva. En la fase inicial, se prioriza la reducción del dolor y la inflamación. Posteriormente, se avanza a ejercicios de bajo impacto y, finalmente, a ejercicios excéntricos e isocinéticos supervisados. Los protocolos de rehabilitación recomendados incluyen una duración mínima de 8-12 semanas para reanudar las actividades deportivas de manera segura.
Un aspecto fundamental es aprender a monitorizar las sensaciones en el tendón. El dolor leve (1-3 en escala visual) puede tolerarse si no empeora al día siguiente. Si el dolor supera valores más altos o no mejora tras 24-48 horas, se debe ajustar la carga de entrenamiento. Debemos enfatizar que la vuelta al deporte debe ser gradual y, en caso de molestias persistentes, es preferible retrasar la reincorporación para evitar recaídas.
Los isquiotibiales no trabajan de forma aislada, sino que se coordinan con la musculatura lumbar, abdominal y glútea. Un programa de rehabilitación integral debe incluir ejercicios para la estabilidad del core, la fuerza de glúteos y el equilibrio dinámico de la cadera, mejorando así la cadena cinética completa.
La prevención se basa en un entrenamiento funcional que combine fuerza, flexibilidad, equilibrio y coordinación. Es fundamental integrar estiramientos dinámicos y estáticos de los isquiotibiales después de la actividad física y de forma regular durante la semana.
Los entrenadores deben diseñar planes de entrenamiento con incrementos graduales de la carga (regla del 10% semanal), alternando sesiones de alta intensidad con días de descanso activo. Es importante subrayar la importancia de realizar test de fuerza isométrica e isocinética para detectar desequilibrios y corregirlos de forma temprana.
Un buen calzado, la corrección de alteraciones posturales y la adecuada técnica de carrera son otros pilares de la prevención. También se ha observado que una nutrición adecuada, rica en proteínas de calidad y micronutrientes, favorece la salud tendinosa y la recuperación tras los entrenamientos exigentes.
La duración varía según la gravedad y la cronicidad de la lesión. En tendinopatías leves y detectadas de forma temprana, la recuperación puede oscilar entre 4 y 8 semanas. En casos crónicos, puede extenderse a 3-6 meses o más. El factor clave es la constancia en la rehabilitación y el cumplimiento de las pautas médicas.
Se recomiendan los ejercicios excéntricos como el Nordic Hamstring, las variantes de puente de glúteo y los ejercicios de cadera (Hip Thrust), así como el deadlift con una carga moderada y buena técnica. Siempre deben realizarse bajo la supervisión de un fisioterapeuta o preparador físico.
La cirugía se considera cuando existe una rotura tendinosa significativa o en casos de tendinopatía crónica que no responde a 6-12 meses de tratamiento conservador. El cirujano valorará mediante pruebas de imagen y exploración clínica la necesidad de reparación quirúrgica o reanclaje.
La tendinitis de isquiotibiales es una lesión frecuente que puede tener un gran impacto en la calidad de vida de los pacientes, especialmente de aquellos que realizan deporte de manera habitual. El abordaje más eficaz combina diagnóstico precoz, tratamiento conservador personalizado, fisioterapia dirigida y, en los casos más avanzados, abordajes intervencionistas o quirúrgicos.
El objetivo es lograr no solo la curación, sino prevenir recaídas y mejorar la funcionalidad a largo plazo. Con un enfoque multidisciplinar y la supervisión de un Traumatólogo Especialista como el Dr. Eugenio Díaz, los pacientes pueden retomar sus actividades cotidianas y deportivas de manera segura. Cada caso es único, por lo que contar con la asesoría profesional adecuada es esencial para alcanzar un resultado óptimo.
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