La tendinitis de hombro, especialmente la que afecta al manguito rotador, es una de las causas más frecuentes de dolor y limitación funcional en la población adulta. Su prevalencia aumenta con la edad y con determinados estilos de vida o actividades deportivas intensas. En la última década, los tratamientos biológicos han emergido como una solución potencialmente efectiva y mínimamente invasiva. Dentro de estos tratamientos, el plasma rico en plaquetas (PRP) se ha posicionado como una herramienta novedosa en la ortopedia y la medicina deportiva.
En palabras más sencillas, el PRP consiste en extraer una pequeña cantidad de la sangre del propio paciente, concentrar sus plaquetas y factores de crecimiento, y luego reinyectarlos en la zona lesionada. El objetivo es acelerar y optimizar la curación de los tejidos blandos, como los tendones del manguito rotador (principalmente el tendón del supraespinoso, aunque también incluye el infraespinoso, redondo menor y subescapular).
En este artículo, revisaremos las causas, síntomas, diagnóstico y diferentes abordajes terapéuticos de la tendinitis de hombro, con énfasis en la evidencia científica más reciente acerca del PRP. Además, explicaremos de forma didáctica cómo funciona el PRP en el contexto de la regeneración de tejidos y cuáles son los resultados documentados. Al final, encontrarás respuestas a las preguntas más frecuentes de los pacientes y una síntesis para comprender cómo se puede beneficiar tu salud y calidad de vida al abordar esta dolencia con tratamientos adecuados.
La intención de este texto es ofrecer información rigurosa, actualizada y accesible, para pacientes y usuarios interesados en soluciones que van más allá de la fisioterapia convencional, los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) o las inyecciones de corticoides. Por supuesto, siempre debes consultar con un especialista en traumatología o medicina deportiva para la evaluación de tu caso particular. El Dr. Eugenio Díaz, traumatólogo en Granada, podrá orientarte en la decisión terapéutica más adecuada.
Tabla de Contenido
La tendinitis del hombro es una patología inflamatoria o degenerativa de los tendones del manguito rotador. El manguito rotador está compuesto por cuatro tendones principales: supraespinoso, infraespinoso, redondo menor y subescapular. Estos tendones trabajan en conjunto para estabilizar la articulación y permitir movimientos como la abducción, rotación interna y externa.
Cuando hablamos de tendinitis, nos referimos a una irritación e inflamación de uno o más de estos tendones. A menudo, el más afectado es el tendón del supraespinoso, encargado de la elevación del brazo. Con el uso repetitivo o un sobreesfuerzo, pueden aparecer microdesgarros, edema y dolor, desencadenando la sintomatología típica.
La tendinitis del manguito rotador es una de las lesiones más frecuentes en adultos mayores de 40 años, aunque también aparece en jóvenes deportistas o en personas con actividades que requieren movimientos repetitivos del brazo por encima de la cabeza (pintores, nadadores, levantadores de peso, etc.). Factores de riesgo comunes incluyen:
El tendón está compuesto mayormente por colágeno tipo I y células especializadas (tenocitos). Cuando se expone a fuerzas repetitivas o excesivas, se producen microtraumatismos que, con el tiempo, superan la capacidad de reparación del tendón. Esta lesión crónica puede evolucionar a estados degenerativos (tendinosis), caracterizados por una alteración de la estructura del tendón y reducción de su elasticidad y fuerza.
Deportes como el béisbol, natación, tenis o voleibol sobrecargan el manguito rotador, predisponiendo a la inflamación tendinosa. Paralelamente, trabajos manuales, como la pintura o tareas que requieran levantar objetos a la altura de los hombros o por encima de la cabeza, también contribuyen a la tendinitis.
Con el envejecimiento, la vascularización de los tendones disminuye, afectando su capacidad de autorreparación. Esto se traduce en mayor susceptibilidad a lesiones, incluso con esfuerzos moderados.
El síntoma principal es el dolor en la región anterolateral del hombro, que puede irradiarse hacia la cara lateral del brazo. El paciente a menudo experimenta dolor nocturno, especialmente al acostarse sobre el hombro afectado. La limitación para elevar el brazo o realizar rotaciones externas es frecuente. Además, puede haber debilidad muscular y chasquidos o crujidos al mover la articulación.
Las maniobras clínicas clásicas incluyen la prueba de Jobe (para supraespinoso), la prueba de Hawkins-Kennedy y la prueba de Neer (para el pinzamiento subacromial). El dolor reproducido durante estas maniobras sugiere afectación del manguito rotador.
Es importante diferenciar la tendinitis de la bursitis subacromial o de roturas parciales o completas del manguito rotador. La clínica puede ser similar, pero el tratamiento varía. De ahí la relevancia de pruebas de imagen precisas.
La rehabilitación con ejercicios de fortalecimiento y estiramiento, así como técnicas manuales, es esencial para la recuperación funcional. La fisioterapia también puede incluir electroterapia, ultrasonidos terapéuticos y ejercicios isométricos.
Los AINEs (ibuprofeno, naproxeno) alivian el dolor y disminuyen la inflamación. Los analgésicos simples (paracetamol) se emplean cuando el dolor no es tan severo. Sin embargo, estas terapias no corrigen la causa subyacente de la lesión.
Las inyecciones de corticoides en el espacio subacromial pueden reducir el dolor y la inflamación a corto plazo, pero su efecto suele ser temporal. Existe la preocupación de que su uso repetido pueda debilitar el tendón a largo plazo.
Cuando hay roturas mayores del tendón o no hay respuesta a los tratamientos conservadores, se puede recurrir a la intervención quirúrgica artroscópica para reparar el tejido. Pese a ser efectiva en muchos casos, la recuperación tras la cirugía suele ser más larga y conlleva sus propios riesgos.
El uso de plasma rico en plaquetas (PRP) ha crecido exponencialmente en el campo de la medicina deportiva y ortopédica. Antes de profundizar en sus detalles, es importante entender por qué se ha convertido en una de las terapias biológicas más solicitadas para las tendinopatías en general y, en particular, para la tendinitis de hombro.
El PRP se define como un concentrado autólogo (proveniente del propio paciente) de plaquetas suspendidas en una pequeña fracción de plasma sanguíneo. En condiciones normales, el recuento plaquetario en sangre oscila aproximadamente entre 150.000 y 350.000 plaquetas por microlitro. En el PRP, esta concentración puede aumentar varias veces, llegando a 1.000.000 plaquetas por microlitro o más, dependiendo del método de preparación.
Asimismo, el PRP puede contener otras citoquinas y moléculas bioactivas que coordinan la respuesta inflamatoria y la curación. En conjunto, este “cóctel biológico” busca reactivar o potenciar el proceso de curación natural del cuerpo allí donde se haya estancado, como ocurre frecuentemente en las tendinitis crónicas.
El proceso de obtención del PRP habitualmente se divide en las siguientes etapas:
La calidad y concentración plaquetaria del PRP varía según el método de centrifugación y el tipo de kit utilizado. Esto ha generado la necesidad de sistemas de clasificación, como los propuestos en ciertos estudios, que distinguen entre PRP rico en leucocitos (L-PRP) y pobre en leucocitos (P-PRP), con implicaciones potenciales en la respuesta inflamatoria.
Los tendones lesionados sufren microtraumas y degeneración de la matriz extracelular. El PRP, al ser inyectado en la zona dañada, libera sus factores de crecimiento, que pueden:
Todo este microentorno regenerativo busca emular el proceso de curación normal que, en lesiones crónicas, se encuentra enlentecido o bloqueado por múltiples factores (mala vascularización, envejecimiento, estrés biomecánico continuado, etc.). De ahí que el PRP se considere una intervención menos agresiva que la cirugía y, a menudo, con un perfil de seguridad muy favorable.
En síntesis, el PRP se erige como una técnica biológica de enorme interés para estimular la recuperación tendinosa sin alterar drásticamente la biomecánica articular. Por ello, cada vez más especialistas recurren a esta opción antes de considerar otros tratamientos invasivos.
En los últimos años, se han multiplicado los ensayos clínicos, metaanálisis y revisiones sistemáticas destinados a evaluar el impacto del PRP en la tendinitis de hombro, con resultados que, en general, apuntan a un beneficio significativo en la mayoría de los pacientes. A continuación, profundizamos en los principales hallazgos.
En la mayoría de estos estudios, la mejora en la escala de dolor suele observarse ya en las primeras 4-6 semanas, con resultados mantenidos o incluso incrementados a los 3 y 6 meses de seguimiento. No obstante, la variabilidad de protocolos (concentración de plaquetas, número de inyecciones, tipo de tendinopatía) dificulta la extrapolación de datos exactos a todos los pacientes.
Diversos trabajos compararon de manera directa las infiltraciones de PRP frente a las infiltraciones de corticoides en pacientes con tendinopatía crónica del manguito rotador. Las conclusiones más destacadas fueron:
Por tanto, aunque ambos tratamientos tienen su lugar en la práctica clínica, muchos autores abogan por el PRP cuando se busca un enfoque más regenerativo y menos agresivo a largo plazo.
La fisioterapia constituye la primera línea de tratamiento conservador en la tendinitis de hombro. Sin embargo, analizando la eficacia de la fisioterapia aislada en comparación con la combinación de fisioterapia + PRP:
Esto indica que el PRP no pretende reemplazar la rehabilitación, sino más bien complementarla. Los especialistas suelen hacer hincapié en la correcta sincronización de los ejercicios con la fase de curación tras la infiltración, ajustando la intensidad de los mismos al proceso biológico de regeneración tendinosa.
Al consolidar los datos de diversos ensayos clínicos en metaanálisis se identifican aspectos cruciales:
La literatura científica en su conjunto es cada vez más favorable al uso del PRP como estrategia coadyuvante o incluso principal en el manejo de la tendinitis del hombro, siempre y cuando se respeten los criterios de indicación y se combine con rehabilitación adecuada. La tendencia hacia la personalización de los protocolos de PRP y su integración con programas de ejercicio supervisados es, según muchos autores, el camino más prometedor para optimizar los resultados.
El paciente debe someterse a un examen detallado que incluya pruebas de imagen para confirmar que la lesión es preferentemente tendinosa y no hay desgarros totales severos. También se valora si el paciente tiene contraindicaciones como trastornos de la coagulación no controlados.
Se realiza una pequeña extracción de sangre (generalmente entre 15 y 60 ml). Se utiliza un equipo y protocolo estériles para garantizar la máxima seguridad. A través de centrifugaciones específicas, se obtiene el PRP, que puede ser activado o no con cloruro cálcico o trombina, según el protocolo del especialista.
Se realiza bajo anestesia local pudiendo infiltrar la articulación o los tejidos periarticulares
Algunos protocolos recomiendan una sola inyección, mientras que otros optan por dos o tres, espaciadas en un intervalo de 2-3 semanas. La decisión depende del grado de cronicidad y la respuesta individual del paciente.
Aunque en general es seguro, puede aparecer dolor local tras la infiltración y, en raras ocasiones, infecciones o hematomas en el lugar de la inyección. Asimismo, la excesiva movilización precoz tras la terapia podría disminuir la eficacia del tratamiento.
La preparación del PRP requiere de un kit y equipo especializado, lo que puede encarecer el procedimiento y no siempre está cubierto por los sistemas de salud. Sin embargo, su creciente popularidad ha llevado a una mayor disponibilidad en clínicas especializadas.
Entre las contraindicaciones destacan:
La mayoría de los protocolos recomiendan reposo relativo de unos días, evitando actividades o esfuerzos intensos. Pueden iniciarse ejercicios de baja carga y estiramientos suaves para mantener la movilidad sin comprometer la regeneración temprana.
Algunos especialistas combinan PRP con terapias como ondas de choque o láser de baja potencia, buscando un efecto sinérgico y fomentando la regeneración tisular. No obstante, la evidencia acerca de estas combinaciones varía entre estudios.
Es importante fortalecer los músculos estabilizadores del hombro y mantener un equilibrio en la musculatura escapular y del manguito rotador. Realizar ejercicios con supervisión de un fisioterapeuta ayuda a evitar recaídas.
Trabajar con posturas adecuadas y regular los descansos para evitar la sobrecarga repetitiva son claves para prevenir nuevas lesiones tendinosas.
Mantener un peso saludable y una alimentación equilibrada promueve la salud de los tejidos. Nutrientes como el colágeno, la vitamina C y los ácidos grasos omega-3 pueden contribuir a la prevención del deterioro tendinoso.
El procedimiento de extracción de sangre es similar a una analítica corriente. La inyección en el hombro puede resultar algo molesta, pero suele aplicarse anestesia local o un anestésico tópico para minimizar las molestias.
Cada persona responde de forma distinta, pero muchos pacientes experimentan mejoría del dolor en las primeras 2-4 semanas. La recuperación de la función suele observarse en 6-12 semanas, especialmente si se complementa con fisioterapia.
En casos de lesiones muy crónicas o degenerativas, puede requerirse más de una sesión de PRP. Asimismo, es fundamental seguir las recomendaciones de reposo relativo e iniciar un programa de rehabilitación específico. Si, aun así, la mejoría es limitada, se valorarán otras opciones como la cirugía o terapias biológicas avanzadas.
Actualmente, se investigan otros productos biológicos como factores de crecimiento purificados, células madre mesenquimales o combinaciones de PRP con andamios de colágeno. Sin embargo, su disponibilidad y evidencia aún son más limitadas que las del PRP.
Diversos grupos de investigación están estudiando la adición de moléculas específicas (por ejemplo, IGF-1 o FGF) al PRP para potenciar su efecto regenerador. Se espera que, en un futuro, se desarrollen fórmulas personalizadas para cada tipo de tendinopatía.
La ingeniería de tejidos evalúa la posibilidad de combinar PRP con células madre mesenquimales para reconstituir de forma aún más completa la arquitectura tendinosa. Aunque los resultados preliminares son prometedores, el acceso clínico de estas técnicas aún se encuentra en etapas tempranas de regulación.
En cirugía abierta o artroscópica, se experimenta con suturas impregnadas de PRP o andamios de colágeno empapados en PRP, que podrían favorecer la cicatrización de rupturas tendinosas mayores. Estos abordajes apuntan a acelerar y optimizar la reparación tras la intervención quirúrgica.
La tendinitis del hombro es un problema de salud que puede comprometer significativamente la calidad de vida de quienes la padecen. El tratamiento con PRP, apoyado en sólidas bases científicas y evidencias recientes, se presenta como una alternativa eficaz y segura frente a las terapias convencionales. Sus principales ventajas incluyen la mejora funcional, la recuperación a medio y largo plazo y la ausencia de reacciones adversas importantes.
Si bien se requieren protocolos estandarizados y una mayor uniformidad en los criterios de selección de pacientes y en la preparación del PRP, las múltiples revisiones sistemáticas y ensayos controlados aleatorizados coinciden en que esta terapia se encuentra entre las más prometedoras para las tendinopatías crónicas, especialmente en el hombro.
Si sufres dolor en el hombro y sospechas una tendinitis, no dudes en buscar ayuda especializada. El Dr. Eugenio Díaz, en Granada , cuenta con amplia experiencia en el tratamiento de lesiones deportivas y ortopédicas, ofreciendo un enfoque personalizado y apoyado en la evidencia científica más reciente. Consulta tus dudas y valora la mejor opción para tu recuperación.
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