El hombro es una de las articulaciones con mayor rango de movimiento del cuerpo humano y, por ello, también es particularmente propenso a inestabilidades y luxaciones. Entre las lesiones más frecuentes que condicionan la estabilidad anterior del hombro encontramos la lesión de Bankart, descrita inicialmente como un desgarro o avulsión del labrum glenoideo anteroinferior y de los ligamentos asociados. Cuando la cabeza humeral se desplaza hacia delante de la cavidad glenoidea, se produce una disrupción de las estructuras que le confieren estabilidad; esta disrupción puede volverse crónica, provocando luxaciones o subluxaciones recurrentes.
La cirugía artroscópica para la reparación de la lesión de Bankart se ha convertido en la técnica estándar, al ser mínimamente invasiva, permitir la visualización detallada de la cavidad glenoidea y del labrum, y ofrecer resultados satisfactorios en gran parte de los pacientes. Pero, aunque la intervención quirúrgica juega un papel fundamental en la estabilización del hombro, el protocolo de rehabilitación es, sin lugar a dudas, uno de los principales determinantes del éxito clínico y funcional. De hecho, la evidencia científica recogida en los últimos años subraya que, sin un plan de ejercicios secuenciado y supervisado, existe mayor probabilidad de rigidez, debilidad muscular, re-roturas o incluso recurrencia de la luxación.
El objetivo de este artículo es exponer de manera integral los puntos clave de un programa de rehabilitación de 16 semanas tras la artroscopia de Bankart. Se trata de un periodo de tiempo que la literatura internacional ha definido como óptimo para asegurar la cicatrización del labrum, consolidar la estabilidad del hombro y reintroducir gradualmente las actividades deportivas o de alta exigencia. A lo largo de estas páginas, se presentarán las diferentes fases de la recuperación, se describirán los ejercicios propuestos en cada etapa y se dará especial relevancia a la progresión de la carga y al control de la sintomatología.
Tabla de Contenido
La lesión de Bankart se caracteriza por un daño localizado en el rodete glenoideo anteroinferior, frecuentemente asociado a la avulsión del ligamento glenohumeral inferior. Cuando el hombro sufre un traumatismo en abducción y rotación externa, la cabeza humeral impacta la parte anterior de la cavidad glenoidea, provocando una luxación o subluxación anterior. La recuperación espontánea del labrum no siempre es factible, lo que conlleva a la inestabilidad crónica si no se interviene quirúrgicamente.
Las personas más afectadas suelen ser deportistas jóvenes, especialmente aquellos involucrados en deportes de contacto o actividades que requieren movimientos repetitivos del brazo por encima de la cabeza (balonmano, béisbol, natación, etc.). La cirugía artroscópica de Bankart permite reinsertar el labrum y reparar los ligamentos lesionados de manera anatómica, restableciendo la estabilidad del hombro. Sin embargo, el éxito a largo plazo no depende únicamente de la operación, sino de la calidad y progresión de la rehabilitación posterior.
El procedimiento artroscópico para la reparación de Bankart implica la inserción de una cámara y pequeños instrumentos a través de incisiones mínimas alrededor del hombro. El cirujano localiza el rodete roto, lo desbrida (elimina los fragmentos sueltos o degenerados) y lo reinserta a la glenoides mediante suturas o anclas biológicas o metálicas. Esta reinserción devuelve la tensión normal al labrum y a los ligamentos anteriores. Algunos pacientes, además, presentan otras lesiones asociadas, como la lesión de Hill-Sachs (impacto de la cabeza humeral) o incluso lesiones SLAP (superior labrum anterior to posterior), que pueden ser tratadas simultáneamente.
Las ventajas de la artroscopia frente a la cirugía abierta incluyen menos daño a los tejidos blandos, menor dolor postoperatorio, cicatrices más pequeñas y una recuperación potencialmente más rápida. Aun así, se precisa de una rehabilitación cuidadosa para consolidar lo logrado en quirófano y para evitar complicaciones como la rigidez articular o la re-rotura de la reparación labral.
Los protocolos de rehabilitación posteriores a la artroscopia de Bankart persiguen básicamente los siguientes objetivos:
El tiempo de 16 semanas se ha consolidado como un estándar en muchos estudios, ya que ofrece un periodo adecuado para la cicatrización inicial (entre 6 y 8 semanas), seguido de una fase de fortalecimiento (entre 8 y 12 semanas) y otra de reintroducción funcional (entre 12 y 16 semanas). Aun así, los cirujanos y fisioterapeutas pueden ajustar estos plazos según la evolución individual.
La primera fase, que abarca aproximadamente las tres semanas iniciales tras la cirugía artroscópica de Bankart, se centra en proteger la reparación y prevenir la rigidez articular. El objetivo primordial es evitar cualquier tensión excesiva sobre las estructuras anatómicas recién suturadas, al tiempo que se introducen movimientos controlados para conservar la movilidad del hombro.
Esta primera fase sienta las bases de la recuperación exitosa. El respeto de los tiempos de cicatrización y la observación estricta de la movilidad limitada garantizan que el hombro no experimente tensiones precoces que puedan comprometer la reparación quirúrgica.
Durante la segunda fase, de la cuarta a la sexta semana, se busca aumentar gradualmente el rango de movimiento y comenzar a introducir ejercicios activo-asistidos. El paciente avanza desde la protección total hacia una participación más activa, si bien con cautela.
Esta fase es determinante para instaurar una movilidad funcional y preparar la articulación para el subsecuente trabajo de fortalecimiento activo. La literatura (Itoi et al. 2018) recalca la importancia de no apresurar el proceso de rotación externa, pues podría elevar el riesgo de relesión labral.
En esta etapa de la recuperación post-artroscopia de Bankart, el hombro ya ha superado las fases de inmovilización y movilización pasiva/activo-asistida, por lo que resulta fundamental consolidar la fuerza muscular y la estabilidad dinámica. Diversos autores coinciden en señalar que la combinación de ejercicios de fortalecimiento progresivo con estrategias de propiocepción y control neuromuscular es clave para prevenir recaídas y re-luxaciones a largo plazo.
La fase 3 (Semanas 7 a 10) constituye un momento crítico en el que el paciente obtiene mejoras palpables en fuerza y control del hombro. No obstante, la coordinación escápulo-humeral y la progresión de cargas deben supervisarse cuidadosamente para que el hombro operado se adapte sin comprometer la cicatrización del labrum.
La cuarta fase de la rehabilitación introduce cargas y ejercicios cada vez más funcionales y exigentes, con el propósito de lograr una mayor similitud con las actividades cotidianas, laborales o deportivas. En este periodo se consolida la fuerza y la estabilidad para así preparar al hombro ante esfuerzos más complejos.
Esta cuarta fase, que abarca las semanas 11 a 13, implica un salto cualitativo en la exigencia de la rehabilitación, introduciendo ejercicios multiarticulares y patrones más reales. La literatura recalca que la supervisión especializada previene la sobrecarga y optimiza el resultado a largo plazo, asegurando que el hombro esté bien preparado antes de culminar con la fase final de readaptación deportiva o funcional.
La quinta fase representa la culminación del programa de 16 semanas, en la que se busca que el paciente recupere plenamente la funcionalidad requerida para su deporte o actividad laboral de alta demanda. Aunque los protocolos varían, muchos autores subrayan la importancia de una transición gradual para minimizar el riesgo de recaída.
En esta fase final, el hombro debería estar capacitado para soportar gestos de alta exigencia, siempre y cuando la evolución haya sido satisfactoria. No obstante, es frecuente recomendar al paciente que mantenga ejercicios de refuerzo escapular y rotatorio como parte de su rutina habitual a largo plazo.
Aunque el programa de 16 semanas se vertebra en fases bien definidas, existen factores transversales que determinan el éxito global de la rehabilitación tras la artroscopia de Bankart. Numerosos autores subrayan que atender a estos aspectos puede marcar la diferencia en la calidad del resultado final.
Un control inadecuado del dolor limita la participación activa y puede provocar espasmos musculares que “protejan” en exceso la articulación, derivando en rigidez. Por ello, se deben usar estrategias multimodales (crioterapia, pautas analgésicas, electroterapia) que equilibren el alivio del dolor con la necesidad de movimiento.
La pérdida de estabilidad tras una lesión labral se asocia a alteraciones en la percepción de la posición y movimiento articular. Reintroducir ejercicios propioceptivos (poleas, fitballs, empujes rítmicos, estabilización dinámica) a lo largo de todas las fases mejora la respuesta neuromuscular y reduce el riesgo de luxaciones recurrentes.
La escápula funciona como base estable sobre la cual se mueve la cabeza humeral. Un desbalance escapular puede incrementar el estrés en la reparación anteroinferior. Ejercicios focalizados en Trapecio medio, Trapecio inferior y Serrato anterior (retras, retracciones, levantamiento de hombros con control, etc.) son cruciales.
Varios estudios importantes demuestran que la inconsistencia en la asistencia a las sesiones de fisioterapia y la realización incompleta de los ejercicios domiciliarios correlacionan con un mayor riesgo de re-rotura o inestabilidad persistente. La motivación y la supervisión regular son elementos decisivos.
Cada persona presenta una velocidad de recuperación distinta. Avanzar demasiado rápido puede derivar en sobrecargas y fallos de la reparación, mientras que quedarse atrás genera debilidad y rigidez articular. Por tanto, el fisioterapeuta y el cirujano ajustan la intensidad, frecuencia y volumen de ejercicio de forma personalizada.
En muchos casos, el seguimiento de un equipo que incluya médico traumatólogo, fisioterapeuta y, de ser necesario, readaptador deportivo o psicólogo, asegura una abordaje global. Esto facilita la detección precoz de complicaciones y la instauración de las correcciones oportunas.
En síntesis, la calidad de la rehabilitación no depende solo de realizar ejercicios adecuados, sino de entender la fisiología de la cicatrización, de controlar la carga con prudencia y de mantener una comunicación fluida entre paciente y equipo médico. Al considerar todos estos factores, el protocolo de 16 semanas tras la artroscopia de Bankart puede entregar tasas muy altas de recuperación funcional y un retorno exitoso a la vida normal y deportiva.
1. ¿Cuándo puedo quitarme el cabestrillo tras la cirugía?
Por lo general, se retira de forma progresiva entre las 2 y 4 semanas, siempre siguiendo las pautas de tu cirujano y fisioterapeuta.
2. ¿Sentir dolor leve en ciertos ejercicios es normal?
Un grado mínimo de molestia al iniciar nuevos movimientos puede ser normal, pero no se debe persistir si el dolor aumenta o se vuelve agudo. Es importante informar al profesional de rehabilitación para ajustar la carga.
3. ¿Puedo conducir un vehículo durante el programa de 16 semanas?
Generalmente se aconseja esperar al menos hasta la fase 3 (semana 7-10) para conducir, o hasta que se tenga un control seguro del hombro. Consulta con tu especialista.
4. ¿Qué sucede si no sigo el programa de rehabilitación al pie de la letra?
Un incumplimiento puede derivar en rigidez, debilidad muscular o incluso luxaciones recurrentes. La constancia y la progresión adecuada son fundamentales para el éxito.
5. ¿Cuándo puedo volver a mi deporte de contacto?
Lo habitual es alrededor de la semana 16 o más tarde, dependiendo de la evaluación final de fuerza, estabilidad y sintomatología. Algunos pacientes pueden necesitar más tiempo si su deporte implica impactos muy intensos.
La lesión de Bankart y su reparación artroscópica suponen un desafío tanto para el cirujano como para el paciente. Sin embargo, la evidencia acumulada en los últimos años demuestra que un protocolo de rehabilitación cuidadosamente diseñado y respetado, generalmente de 16 semanas, puede conducir a tasas elevadas de éxito y a un retorno seguro a la actividad física o deportiva.
El hilo conductor de esta recuperación consta de varias fases escalonadas, empezando con la protección y la movilidad pasiva, y culminando en el fortalecimiento avanzado y la reincorporación deportiva. Cada fase tiene objetivos claros y se sustenta en la literatura científica, la cual recalca la importancia de un balance equilibrado entre la progresión de los ejercicios y la protección del hombro en proceso de cicatrización.
Para quienes sufren esta lesión, cumplir con los plazos y las instrucciones de su equipo médico es esencial. Un seguimiento cercano permite adaptar las rutinas de ejercicio a los ritmos personales y a la evolución de la cicatriz labral. Además, contar con un fisioterapeuta especializado garantiza una monitorización continua de la fuerza, la propiocepción y la alineación articular, factores que marcan la diferencia entre una recuperación plena y las recurrencias dolorosas.
Si bien el camino puede ser exigente, el resultado final ofrece la posibilidad de volver a las actividades cotidianas y al deporte de elección con seguridad y confianza. Si necesitas asesoramiento individualizado o tienes dudas concretas sobre el protocolo de 16 semanas tras la artroscopia de Bankart, contacta con el Dr. Eugenio Díaz, especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología, para una valoración integral y un programa de recuperación personalizado.
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