Las fracturas de cadera representan un desafío médico y social de primer orden, especialmente en la población de edad avanzada. Los pacientes con estas fracturas suelen presentar comorbilidades y fragilidad ósea, lo que exige tratamientos cada vez más eficaces, seguros y duraderos.
En los últimos años, los clavos endomedulares han experimentado una evolución significativa: han surgido nuevos diseños, materiales y técnicas quirúrgicas que mejoran la fijación, reducen las complicaciones y favorecen una rehabilitación más rápida. Sin embargo, todavía pueden ocurrir problemas como el cut-out, la infección, la pérdida de estabilidad o la fractura periprotésica.
En este artículo, exploraremos los avances más recientes en el uso de clavos endomedulares para la fractura de cadera, describiremos las complicaciones más frecuentes y discutiremos los enfoques prácticos y “trucos” para resolverlas. Además, abordaremos cuestiones relevantes como la recuperación postoperatoria, la importancia de la rehabilitación precoz y la influencia de la calidad ósea.
Tabla de Contenido
Definición de Tip Apex Distance (TAD)
Las fracturas de cadera son lesiones complejas que involucran, principalmente, la región proximal del fémur, abarcando el cuello femoral y la zona trocantérica. Estas lesiones se han convertido en un problema relevante en la práctica clínica debido, en gran medida, al envejecimiento progresivo de la población, a la presencia de osteoporosis y a caídas de baja energía que suelen ocurrir en el hogar.
Desde el punto de vista médico, el objetivo primordial es lograr una estabilización adecuada de la fractura, permitir la deambulación temprana y prevenir las secuelas que pueden derivarse de la inmovilidad prolongada (infecciones respiratorias, trombosis venosa profunda, úlceras por decúbito, etc.). El uso de clavos endomedulares se ha consolidado como una de las alternativas más seguras y eficaces para la fijación interna de numerosas variantes de fracturas de cadera, especialmente en aquellas localizadas a nivel extraarticular, peritrocantérico o subtrocantérico.
La epidemiología de las fracturas de cadera varía según la región geográfica, pero a nivel global se estima que su incidencia continúa en aumento. Factores como la osteoporosis, el sedentarismo y las enfermedades crónicas (diabetes, cardiopatías, etc.) incrementan la vulnerabilidad ósea y la propensión a las caídas.
Existen dos grandes grupos de fracturas de cadera que se relacionan estrechamente con la elección del tratamiento quirúrgico:
Fracturas del cuello femoral: Pueden tratarse con osteosíntesis (tornillos canulados o clavos deslizantes) en casos no desplazados o bien con artroplastia parcial/total en fracturas desplazadas y en pacientes mayores con riesgo de necrosis avascular de la cabeza femoral.
Fracturas peritrocantéricas (intertrocantéricas y subtrocantéricas): Aquí es donde la fijación con clavo endomedular demuestra sus máximos beneficios, por la posibilidad de control biomecánico en zonas de alto estrés. Dentro de este grupo, se incluyen los patrones de fractura simple, conminuto, reverse obliquity y subtrocantérico.
Cada patrón fracturario requiere un análisis individualizado, evaluando la estabilidad, la conminución y la calidad ósea para decidir la mejor estrategia quirúrgica.
El primer concepto de clavo endomedular para la estabilización de fracturas femorales se atribuye a Küntscher en la década de 1930. Sus diseños iniciales eran relativamente simples, pero representaron un salto cuantitativo en la fijación interna, ya que el canal medular del fémur proporcionaba una vía estable y anatómica para el implante.
Con el paso de los años, surgieron los clavos canulados que permitían la inserción guiada por alambre, y posteriormente se incorporaron sistemas de bloqueo proximal y distal para mejorar la estabilidad. En la década de 1990, se popularizaron los clavos cefalomedulares con tornillos o palas dirigidas a la cabeza femoral, optimizando el control de la fragmentación trocantérica.
En la actualidad, los clavos endomedulares han evolucionado hacia modelos anatómicos, con opciones de bloqueo multidireccional, materiales de aleaciones más ligeras y resistentes (titanio, acero inoxidable de última generación) e incluso recubrimientos especiales para reducir la fricción y el riesgo de infección.
Las investigaciones recientes destacan las mejoras en:
Aunque los clavos endomedulares se utilizan preferentemente en fracturas peritrocantéricas, su indicación específica depende de varios factores:
En términos generales, el procedimiento involucra los siguientes pasos:
El Tip Apex Distance es la distancia que existe entre la punta (tip) de la fijación cefálica (tornillo o pala) y el ápice de la cabeza femoral. Se obtiene a partir de radiografías en proyecciones anteroposterior (AP) y lateral (o axial). El valor final se calcula sumando la distancia obtenida en la proyección AP y la distancia correspondiente a la proyección lateral.
De manera esquemática:
TAD total=(distancia en AP)+(distancia en lateral)TAD total=(distancia en AP)+(distancia en lateral)
donde en cada proyección se mide desde la punta del tornillo/pala hasta el punto más prominente o central del ápice femoral.
El parámetro TAD se introdujo para correlacionar la posición cefálica del tornillo con la probabilidad de que se produzca el cut-out (esto es, la migración progresiva del tornillo a través de la cabeza femoral hasta perforar la cortical). Diversos estudios han identificado que una fijación cefálica demasiado “alta” o “lateralizada” en la cabeza femoral se asocia a un mayor riesgo de colapso. Por el contrario, cuando el implante se sitúa próximo al centro o algo más inferior en la cabeza femoral, con una TAD ajustada (<25 mm según la literatura clásica), se reducen notablemente los fallos de osteosíntesis.
Proyección anteroposterior (AP):
Proyección lateral:
Suma de valores:
En la práctica clínica, algunos autores afinan la medición ajustándola al 15% de magnificación radiográfica, aunque esto no es universal.
Aun así, algunos trabajos plantean que un TAD “óptimo” puede variar en función del tipo de clavo, el diseño del tornillo cefálico y la calidad ósea.
La TAD no solo sirve para predecir el riesgo de cut-out, sino también para estimar la probabilidad de consolidación exitosa y la recuperación funcional del paciente. Cuando el tornillo cefálico permanece estable en la cabeza femoral, la carga de peso puede reiniciarse con mayor seguridad, favoreciendo la deambulación temprana, la menor estancia hospitalaria y la reducción de complicaciones asociadas a la inmovilidad (trombosis venosa profunda, atrofia muscular, etc.).
El TAD no es un parámetro estático; en el postoperatorio temprano puede ser aceptable, pero un desplazamiento progresivo indica que podría desarrollarse un colapso de la cabeza femoral. Por ello, los protocolos radiológicos de seguimiento (control a las 2-4 semanas, 8-12 semanas y luego a los 3-6 meses) son esenciales para detectar de manera precoz una migración incipiente.
Las complicaciones vinculadas al uso de clavos endomedulares para fracturas de cadera abarcan un amplio espectro de escenarios clínicos. Aunque los avances en el diseño del implante, las técnicas quirúrgicas asistidas por imagen y la mayor precisión en la reducción han reducido considerablemente la tasa de fallos, todavía existen factores anatómicos, biomecánicos y biológicos que pueden propiciar resultados adversos. A continuación, se detallan los principales tipos de complicaciones y los mecanismos que subyacen en cada caso, según la evidencia compilada en la literatura médica reciente.
El cut-out describe la migración del tornillo cefálico (o de la pala en diseños con sistema de pala) a través de la cabeza femoral, llegando a perforar la cortical o el cartílago articular. Suele considerarse el modo de fracaso más común en las fracturas trocantéricas tratadas con clavo endomedular.
Estos fenómenos están muy vinculados a los clavos cefalomedulares que incorporan dos tornillos cefálicos o un tornillo cefálico y otro antirrotatorio:
Aunque el riesgo de infección en la fijación intramedular suele ser menor que en otras técnicas de osteosíntesis con gran exposición quirúrgica, permanece como una de las complicaciones más graves. Los microorganismos más frecuentes son bacterias de la piel (p. ej., Staphylococcus aureus). En casos de infección profunda, el tratamiento implica desbridamiento intensivo y antibioterapia prolongada y, en ocasiones, la retirada del material si la infección no se controla.
La pseudoartrosis (no unión) y el retraso en la consolidación se producen cuando el hueso no logra repararse de manera adecuada. Las causas más comunes son la inestabilidad mecánica del foco de fractura, la inadecuada vascularización(especialmente en zonas subtrocantéricas) y factores sistémicos como la mala nutrición, el tabaquismo o enfermedades asociadas. Estudios de predictores de no unión señalan la relevancia de una reducción anatómica estable y la optimización de la calidad ósea para evitar este escenario.
La rotura del implante puede suceder si el constructo está sometido a fuerzas excesivas y la fractura no consolida en el tiempo esperado. Factores como la mala alineación, una reducida resistencia del hueso, la conminución severa o un material de menor calidad pueden conducir a la fatiga del metal y, finalmente, a la fractura del clavo o de sus tornillos. Aunque menos frecuente en diseños modernos, sigue reportándose en fracturas subtrocantéricas muy inestables.
La migración distal del clavo, cuando no se controla con un bloqueo apropiado o si existe un defecto en el canal medular, genera dolor en la rodilla, irritación de partes blandas y, potencialmente, puede originar otras lesiones alrededor de la articulación de la rodilla.
Las zonas de transición entre el extremo del implante y el hueso adyacente pueden sufrir concentraciones de estrés (stress risers). En pacientes con osteoporosis avanzada, un traumatismo menor podría desencadenar una fractura por encima o por debajo del clavo.
Si bien es poco frecuente, la introducción de tornillos de bloqueo distal o la colocación excesivamente medial del clavo pueden ocasionar lesiones vasculonerviosas, sobre todo en zonas donde ramas del nervio ciático o de la arteria femoral estén en riesgo.
Una de las complicaciones radiológicas más comunes es la pérdida de la alineación conseguida en quirófano, lo que suele reflejar un inadecuado soporte biomecánico del implante o una manipulación incorrecta durante el posoperatorio. Esto se observa en fracturas complejas y en configuraciones con conminución extensa.
La literatura reciente aporta un conjunto de estrategias preventivas y “trucos” quirúrgicos para minimizar el riesgo de complicaciones y manejar las que ocurran de forma efectiva. A continuación, se enumeran las más relevantes:
Los clavos con tornillos cefálicos poliaxiales o con diseños antirrotatorios que integran un segundo tornillo o una pala paralela proporcionan mayor estabilidad contra los movimientos de torsión. Esto reduce el riesgo de desplazamientos secundarios de los fragmentos óseos.
En fracturas con características especiales (p. ej., con un trazo muy proximal o con un alto grado de conminución), se pueden combinar placas laterales con el clavo (sistemas “híbridos”) para reforzar la cortical femoral y evitar el colapso medial
En definitiva, la prevención y la rápida intervención ante cualquier signo de fallo son determinantes para minimizar la morbilidad asociada y optimizar los resultados a largo plazo de la cirugía de cadera con clavo endomedular.
Una parte esencial de las mejoras actuales radica en la incorporación de tecnologías de navegación quirúrgica que permiten una correcta localización de los tornillos y del canal intramedular, disminuyendo la tasa de errores. Asimismo, se ha popularizado la utilización de modelos 3D impresos (basados en la tomografía del paciente) para planificar las osteosíntesis más complejas, especialmente en fracturas subtrocantéricas con conminución severa.
Estas herramientas facilitan la personalización del procedimiento y permiten al cirujano ensayar la fijación de forma virtual o con prototipos, disminuyendo las sorpresas intraoperatorias.
La calidad ósea es un factor central que define la solidez de la fijación interna y, por ende, la probabilidad de consolidación estable. En la población anciana, la prevalencia de osteoporosis o baja densidad mineral ósea es alta, lo que convierte a estos pacientes en un grupo vulnerable a las complicaciones mecánicas (cut-out, no unión, hundimiento del tornillo cefálico).
La cementación ósea para reforzar la fijación de clavos en pacientes osteoporóticos se ha popularizado gracias a los prometedores resultados mostrados por numerosos estudios . Existen varias modalidades:
Cemento acrílico (PMMA):
Cementos basados en fosfato de calcio:
Cementos mixtos o biomateriales de nueva generación:
Algunos ensayos clínicos experimentales están utilizando implantes o complementos metálicos ultraporosos para favorecer la integración ósea. Dichos materiales presentan una microarquitectura que imita al hueso trabecular y facilita la adhesión de osteoblastos. Esto podría ser útil en casos donde el cemento no sea viable o se busque una solución biológica más duradera.
Varios autores sugieren la evaluación intraoperatoria de la dureza del hueso mediante la resistencia ofrecida durante el fresado del canal medular o la introducción del tornillo cefálico. Si se percibe hueso extremadamente poroso, se puede optar por:
La calidad ósea puede seguir deteriorándose tras la intervención, por lo que es crucial realizar controles periódicos que incluyan radiografías y, de ser necesario, densitometrías de seguimiento. El ajuste del tratamiento farmacológico y la rehabilitación adecuada son determinantes para el éxito a largo plazo.
La movilización temprana tras la cirugía se correlaciona con mejores resultados funcionales. En la mayoría de protocolos modernos:
1. ¿Por qué se elige un clavo endomedular en lugar de una prótesis de cadera?
El clavo endomedular se utiliza mayoritariamente en fracturas de tipo trocantérico o subtrocantérico, cuando la cabeza femoral permanece viable y la mejor opción es la osteosíntesis interna. La artroplastia se reserva para fracturas del cuello femoral desplazadas o en pacientes con degeneraciones previas de la articulación.
2. ¿Los pacientes podrán caminar al día siguiente de la cirugía?
En muchos casos sí, especialmente si la fractura está bien reducida y la fijación con el clavo endomedular es estable. Sin embargo, cada paciente se evalúa individualmente, considerando su edad, comorbilidades y tipo de fractura.
3. ¿Es muy doloroso el postoperatorio?
Habitualmente, el dolor es controlable con un plan de analgesia multimodal. El nivel de dolor disminuye gradualmente a medida que avanza la recuperación.
4. ¿Cuál es la duración promedio de la rehabilitación?
La rehabilitación completa puede llevar desde unas pocas semanas hasta varios meses, dependiendo de la gravedad de la fractura, la calidad del hueso y la condición física previa del paciente.
5. ¿Se puede producir rotura del clavo?
Es muy poco frecuente con los diseños actuales, aunque puede ocurrir si la fractura no consolida adecuadamente y somete al clavo a fuerzas excesivas. Un seguimiento radiológico adecuado permite detectar problemas tempranamente.
Los avances en el diseño de los clavos endomedulares para el tratamiento de fracturas de cadera han supuesto un cambio trascendental en la práctica de la traumatología moderna. La optimización en la inserción, el bloqueo, el control de la rotación y la posibilidad de cementación, junto con el apoyo de nuevas tecnologías de navegación quirúrgica y planificación 3D, han reducido de manera significativa la tasa de complicaciones.
Sin embargo, aún existen desafíos como el manejo de la osteointegración en huesos osteoporóticos, el control del cut-out y la correcta indicación del tipo de implante. La rehabilitación, por su parte, juega un papel esencial en la recuperación funcional.
En definitiva, gracias a la mejora continua de la biomecánica de los implantes y a la atención integral al paciente, se consigue una mayor tasa de éxito a la hora de restablecer la movilidad e independencia de las personas afectadas.
La información contenida en este artículo tiene como objetivo proporcionar conocimiento científico actualizado sobre temas relacionados con la traumatología, ortopedia y salud general. Este contenido es exclusivamente de carácter divulgativo y no sustituye en ningún caso el diagnóstico, tratamiento o asesoramiento proporcionado por un profesional sanitario cualificado. Se recomienda a los lectores que, ante cualquier problema de salud o lesión, consulten directamente con un médico o especialista en traumatología. Las decisiones sobre su salud no deben basarse únicamente en la información publicada en este sitio web. Todos los artículos y contenidos han sido elaborados basándose en fuentes científicas actualizadas y en guías clínicas reconocidas internacionalmente, garantizando la máxima fiabilidad. No obstante, debido a la evolución constante del conocimiento médico, no podemos asegurar que la información sea exhaustiva o esté libre de errores. El Dr. Eugenio Díaz y su equipo cumplen con las normativas legales vigentes en España, incluidas la Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica, y la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico (LSSI-CE). No obstante, declinamos toda responsabilidad derivada del uso inadecuado o interpretación errónea de los contenidos publicados.”
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